Vivimos en una época de sobre-oferta de productos, tangibles y no tangibles, de invitaciones a consumir intensamente. Forma parte de las misiones de las familias el enseñar a sus niños a ser consumidores conscientes, es decir, saber elegir qué, cuánto y cómo de acuerdo a las necesidades y no de acuerdo a los mandatos sociales.
Hacerse cargo de la vida de un animal no es un juego ni un entretenimiento pasajero. Es una experiencia de formación que puede aprovecharse para ejercitar capacidades y habilidades cruciales como la responsabilidad y la empatía.
Poner límites no tiene como objetivo que los niños "se porten bien" sino enseñarlos a regular su comportamiento de acuerdo a lo que corresponde, es adecuado y saludable. Es una forma de enseñarlos a pensar antes de actuar. Por eso tenemos no solo que enseñarles el camino, sino también saber prepararlos para que sepan elegir por sí mismos.
Tanto el estrés como los miedos son fenómenos inherentes a la vida. Hay estrés sano y estrés tóxico. Hay miedos normales y de los otros. Los adultos podemos prepararnos para ayudar a los niños a gestionarlos de modo que salgan fortalecidos de estas experiencias que los van a acompañar de por vida.